EL ALMA DE LA TOGA
“Abogado es, en conclusión, el que ejercer permanentemente (tampoco de modo esporádico) la abogacía. Los demás serán licenciados en Derecho, muy estimables, muy respetables, muy considerables, pero licenciados en derecho, nada más.”
Esta frase describe el pensamiento de Ángel Ossorio sobre su visión y su deseo de rescatar según este, el menosprecio constante hacia el Derecho, sobre el acto que constantemente a cualquier pusilánime se le llama abogado, o en nuestro país Colombia sencillamente Doctor, como si el esfuerzo y la dedicación de unos pocos que se dedican realmente al arte de litigar y ejercer la rama judicial fuera tan poca cosa.
El abogado, el verdadero abogado y no el licenciado en derecho, o el doctor en la calle, vive constantemente una lucha real, una batalla jurídica y moralista consigo mismo, con el entorno que lo rodea y con una sociedad basada en la ideología absoluta de que la ley es aquello que solo está escrito, la ley realmente nos puede dar justicia, acaso la finalidad de toda persona realmente enfocada en sus pensamientos, deseos, y actos de ser un gran abogado no es encontrar esa justicia para su cliente, para su defensor, o para incluso a quien acusa.
Si el abogado solo se basa en la ley siempre encontrara el hecho que no dará la sensación de la excelencia, esa sensación que la persona o individuo hizo lo correcto a pesar de los huecos que encuentre en el camino.
Un abogado más que un ser estudioso es alguien que debe tener en claro primero que todo que es lo que busca, que es lo que desea encontrar y sobre todo que es lo que su ética y moral le permiten aceptar, desea omitir y sobre todo que desea luchar. Una persona que deja de creer en sí mismo, no es digno de ser abogado puesto que somos los únicos que en nuestras manos disponemos la tranquilidad del otro, su integridad, su buen nombre y sobre todo su libertad. Un abogado debe llevar una coraza siempre dispuesto a resistir lo que dirán los demás, un abogado que tema a las palabras de terceros, al que dirá la gente es indigno de ejercer esta profesión.
Un abogado no puede darse el lujo de dudar a la hora de defender, a la hora de acusar o a la hora de observar, mientras que en otras carreras son aceptados los fallos, son permitidos incluso las omisiones de sus practicantes es en el área del Derecho, donde más se acusara, y más se recriminara los fallos, porque mientras el Medico cuida la salud del hombre y hasta la propia vida, es el Abogado litigante quien protege la libertad, ¿Qué es la vida sin libertad? Que es el acto propio de las personas tener derecho a decir, decidir y sobre todo actuar bajo sus propias convicciones, por eso tenemos que tener en cuenta muy en cuenta y perdón la redundancia en que nos enfocamos, una libertad para muchos hombres es más precioso que la propia vida misma.
Por todo esto el abogado debe saber y comprender perfectamente, que es lo justo, lo injusto y ponerse del lado correcto. Ya que la moral es algo demasiado individual y no es la misma para todos es donde nos encontramos el verdadero problema del derecho, de los abogados y de la misma sociedad que intentamos impartir justicia e imparcialidad de los justo.
Debido a esto todo Abogado litigante, e incluso algunos licenciados en Derecho, deben preguntarse los siguiente tal como dice Ángel Ossorio “Nuestro oficio ¿es hacer triunfar la justicia o a nuestro cliente?¿Iluminamosal tribunal o procuramos cegarle?”. Con este punto de vista nos hace llegar a esa espinosa conclusión, que parte debemos defender como Abogados, ya hablamos de la importancia sobre que debemos ser justos, imparciales y buscar la justicia para las personas que intentamos defender.
¿Pero si a quien defendemos es el culpable? Es crítico decir que uno como Abogado intentará que su cliente se declare culpable por algo que cometió, va en contra de nuestras normas como abogados. Hay una relación clara donde tenemos que defender los intereses de nuestro cliente.
Comienza entonces una verdadera lucha entre nuestra moral interna, la ética de nuestra profesión y aunque suene filosófico nuestra propia conciencia de que estamos actuando con respeto a nuestros principios, valores que se resumen en una moral que puede ser corrompida por la ética laboral sobre defender siempre y bajo cualquier causa a nuestro cliente.
Personalmente considero que esto es una cuerda floja, una línea delgada que es difícil y en muchos casos incluso imposible de separar. Ángel Ossorio nos habla de unas pautas, o puntos de vista donde hasta cierto punto esto podría ser aceptable, sinceramente creo que todo se podría resumir a dos casos aquellos donde el abogado tiene el derecho a elegir, donde se le pregunta directamente por parte de cliente, escucha su caso, debate consigo mismo sobre lo que es correcto, decide tomarlo o dejarlo basándose en su propia justicia.
Espero no sonar hipócrita y sobre todo irónico, pero el segundo caso es cuando este es otorgado por el sistema mismo, es entonces cuando un abogado debe aceptar siempre pero siempre que el caso de su cliente es justo y debe buscar la justicia para los beneficios de este. Pero no se puede juzgar a un abogado por hacer esto, la moral es un dilema de la humanidad, acaso como nos dice Ángel Ossorio el arquitecto no llenara de palabras bellas al contratista aunque sea caiga el edificio, o podríamos juzgar la poca moral e incluso cordura de un militar cuando corre con arma en mano contra las líneas enemigas. La moral es algo demasiado cambiante pero la justicia lo será? No se podría llegar a una conclusión rápida sobre esto, pero si opinar que cada vez, cada momento que pasamos ejerciendo la gran obra que es ser Abogado podemos llegar a la conclusión que en los tribunales el derecho es reemplazado por lo que es más cercano a la justicia.
Mis palabras se deben al acto que cuando hoy en día juzgamos a una persona primero preguntamos, ¿Quién es? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué necesidad tuvo de hacerlo? Y un sinfín de preguntas más que nos hace llegar a la conclusión que aunque este hombre cliente nuestro sea culpable, debemos encontrar la condena justa e incluso su absolución si llegamos a demostrar aprovechando los grandes huecos que nos brinda el derecho positivo, la ley escrita en sí misma para buscar una sentencia justa.
A lo que quiero llegar y sin dar tantos rodeos, es que sencillamente el derecho positivo solo se basa en juzgar y ser juzgados, en que no se pregunta el porqué de las cosas. En cambio si algo nos deja en claro el alma de la toga, es que se debe buscar un enfoque humanista en ello, si una persona roba un pedazo de pan debería recibir el mismo castigo que el mata a otro por envidia de sus triunfos. ¿Habrá justicia o algo justo si sentenciamos a los dos hombres al mismo castigo?
Claro que no hay nada justo en ello, y esa es una gran falencia que nos da el derecho positivo, Ángel Ossorio intenta decirnos con gran interés, muestra de ejemplos y con un deseo particular que siempre nos pongamos del lado de la justicia aunque esta vaya en contra del mismo derecho positivo, eso sin importar el bando que deseamos defender.
El abogado es un auxiliar de la justicia, no su creador o incluso su verdugo. Cuando defendemos alguien debemos saber que no es aceptable incluso si es por el propio bien de nuestro cliente “mentir” cuando un Abogado miente, pierde toda credibilidad, ya no está en la línea o cuerda floja sobre la moral, sobre lo justo y lo injusto, sencillamente cae de esta línea, la sobre pasa y elige el camino fácil, un camino que deshonra su carrera y su profesión.
Aunque la mentira genere una falsa sensación de justicia al final solo generara más daño que bien, toda mentira es descubierta y más en una carrera donde el ingenio de buscar la verdad es una vocación que todo abogado debe tener.
No solo se descubrirá la verdad, si no que el abogado perderá la credibilidad suya y la de sus colegas, no será más que uno de los tantos por los cuales la sociedad juzga tan seriamente y sin vergüenza alguna la carrera del derecho y todo estudio que provenga de esta.
La mentira de un abogado conducirá al caos de su carrera, buscara demorar los litigios o buscar arreglos que no generaran justicia.
Un abogado no puede ser frio, pero tampoco emocionante, debe entender que sus actos se reflejan en un alma, en muchas carreras se trabaja con sus manos, su mente pero en ninguna se hace tan adentro como en la abogacía, el individuo trabaja con su espíritu, su alma, su deseo de encontrar la justicia. El abogado actúa sobre las pasiones, las ansias, los apetitos en que se consume la humanidad propia.
Si un abogado es ajeno a todo esto como lo entenderá su mente, como lo comprenderá su racionalidad si toma medidas solo porque piensa que es su camino más corto, que dirá su lengua su arma más poderosa si solo desea terminar el litigio sin comprender interior mente las consecuencias.
Un abogado simplemente no puede permitirse litigar sin que esto lo haga reflexionar pero tampoco puede llegar a dejar que estas acciones lo dominen en la búsqueda de su justicia. El abogado siempre se enfrentara a la injusticias de la sociedad, una familia que se agrede a sí misma, a un hijo malagradecido, al que ejerce la ley con demasiada autoridad o aquel que se burla de ella, decir que una abogado puede litigar y no verse afectado por todo esto, está generando una vil mentira.
El licenciado en derecho es un actor en el tribunal, y es algo hasta lamentable, pero es algo que debemos ir remediando, este siempre hablara, se escudara y dirá lo que más le plazca para conseguir su fin.
Pero si estos actores dejan de actuar, si dejan de ser el actor y se enfocan en la búsqueda de lo justo aunque signifique ir por encima de la ley escrita para demostrar al juez que nuestro cliente representa esa justicia entonces dejaremos de ver tantos licenciados en derecho y más abogados.
El ser abogado es una profesión mal vista, por que las personas aún no comprenden a lo que se enfrenta constantemente un abogado, lo justo, lo injusto o sencillamente hacer lo que es correcto y es en esto en lo que fallan todos los seres humanos en algún momento, y si no fuera así para que necesitaríamos a los abogados.
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